sábado, 18 de abril de 2009

¿Y la derecha qué?

Día 1
Hoy he comenzado la operación "Teta derecha". La teoría me la sé muy bien: ratitos cortos y frecuentes. Así que empecé con el sacaleches eléctrico 5 minutos cada media hora; pero enseguida me he dado cuenta de que parecía que no hacía otra cosa que ordeñar la teta, así que he preferido cambiar por la frecuencia "10 minutos cada hora" y me ha ido bastante mejor.
Pero he visto dos cositas que me han dejado un poco patidifusa:
- En primer lugar, mi hija cuando ha visto que estaba con la teta al aire y ha empezado a descubrir la leche que salía, ha decidido que era suya y que dejase el sacaleches (he de decir que la leche ha empezado a salir después de casi medio día dándole al "manubrio teteril"); he querido aprovechar la situación para ver si se interesaba por mamar, pero nada más meter la teta en la boca ha puesto cara de asco y ha dicho "¡¡caca!!". Imaginad cuál ha sido mi sorpresa cuando he observado con detenimiento esa leche que había quedado en la bocina del sacaleches: ¡¡era calostro!! No tengo ni idea de lo que mi cuerpo está interpretando, pero el hecho cierto es que de mi mama derecha ha empezado a salir calostro; denso y espeso, con ese sabor tan característico que a mi hija, con casi 22 meses, no le ha hecho ni puñetera gracia.
- En segundo lugar, ha ocurrido algo con lo que, la verdad, no había contado: los sacaleches también pueden producir grietas, y si no, que se lo digan a mi pobre pezón, tan tranquilito él desde hacía casi dos años, y ahora tiene unas grietas que parecen a punto de ponerse a sangrar en cualquier momento.
Este último descubrimiento ha estado a punto de hacerme desistir, pero la producción de calostro ha hecho que me pique la curiosidad. Yo no sólo es cuestión de sacar ese pezón inexistente y que mi hija pueda mamar de los dos pechos en el tiempo que le quede de lactancia; es que quiero saber cómo evoluciona la producción de leche de la teta derecha, que va por libre. Es como si pensanse que he vuelto a parir y que hay que alimentar a un bebé, además de a una niña de casi 2 años. Y me intriga.
Le pedí consejo a Raquel sobre las grietas y aunque en un principio me dijo que lo dejara, luego a ella también le intrigó lo del calostro, así que hemos quedado en que bajaré la potencia de succión para evitar las grietas en lo posible, aunque tarde un poco más.
De momento, sigo con la rutina. A ver qué pasa mañana.

viernes, 17 de abril de 2009

¿Y la derecha qué?

Mi hija pequeña nació el 24 de junio de 2007; la noche de San Juan, en plena Fiesta Grande de León.
Parecía que se había enganchado bien al pecho, porque al principio no sentía dolor; pero tengo mucho pecho, y no me daba cuenta de que la succión no era buena, así que las grietas no tardaron en aparecer, especialmente en el pecho derecho, que es el más grande.
Para colmo, parecía que la leche no terminaba de subir, y la nena empezó con ictericia cuando llegamos a casa, después de que el genial pediatra del Hospital insinuase que, una vez más, no podría dar el pecho a mi hija.
Me centré en estimular mi pecho con sacaleches y ofrecía a la peque la leche que me sacaba con una jeringa para despertarla durante las tetadas y que así engordase, porque no había manera.
El problema es que al principio no era capaz ni de ofrecer la teta derecha a mi hija, ni de utilizar con ella el sacaleches, porque las grietas me mataban del escozor, así que decidí esperar a que curasen, y luego, ya me ocuparía de ella.
Pero cuando las grietas curaron y empecé a utilizar el sacaleches, me pasó una cosa rara: cuanto más le daba al manubrio del extractor, menos leche parecía salir. La mama se amorató e hizo una mastitis.
Mientras tanto, la nena ya había empezado a engordar y parecía que se había acostumbrado a mamar de un solo pecho, así que desistí.
Pero ahora, casi dos años más tarde, a mi hija le ha entrado la curiosidad: le da por dejarme en bolas y observar la situación; lógicamente los dos pechos ahora son totalmente diferentes: la mama izquierda (la que "funciona") se nota más blanda y rosadita, y el pezón sobresale más de un centímetro, lo que facilita un montón el agarre de la peque; sin embargo, la derecha (la que "está rota") es más grande y redonda, más blanca y el pezón es prácticamente plano, igual que lo era el de su compañera cuando comenzó nuestra lactancia.
Así que la Nana me ve y se parte de la risa, claro. Pero últimamente, va un paso más allá: le da por lamer la mama derecha e intentar agarrar un pezón que es prácticamente inexistente, por lo que termina la operación diciendo "eta no" y "caca", porque claro, no sabe rica.
Pero he decidido hacer una locura, aprovechando el reciente interés por la teta de mi peque: voy a intentar relactar la mama derecha.
Ya me han dicho que para qué, que menuda tontería. Pero yo creo que si puedo, ¿por qué no lo voy a hacer? Conozco a esta peque, y aunque los niños cambian a la velocidad del rayo, de momento me da la sensación que un añito más sí que le va a dar en la teta. ¿Por qué no voy a aprovecharlo y hacer que mis dos tetas vuelvan a ser iguales? ¿No tiene también derecho la diestra a disminuir su riesgo de padecer cáncer? ¿No tengo yo derecho a intentar acabar con un edema que hace que un pecho sea una talla más grande que otro?
Pues a lo mejor me equivoco, pero como creo que ése, el de equivocarse, es un derecho inalienable de cada persona, lo voy a intentar.
Mi colega Raquel B. la otra mitad de la teta y mi monitora de lactancia y ángel de la guarda en lo que a la teta se refiere, me ha sugerido que escriba un diario, y así lo voy a hacer.
Mi aventura con la relactación de la teta derecha empieza mañana; ya veremos.

miércoles, 8 de abril de 2009

Su Majestad la Leche de Vaca

La leche es una secreción glandular presente en todos los mamíferos. En la naturaleza hay cerca de 5000 especies, y los humanos somos sólo una de ellas. La leche sirve para alimentar a la cría hasta que esté en condiciones de alimentarse con autonomía. Ninguna otra especie continúa con el consumo de leche después del período de lactancia. Cuando crecemos, los mamíferos perdemos las enzimas que permiten la digestión de la leche, porque sencillamente no las vamos a necesitar más. Sin embargo los seres humanos ignoramos esa ley natural.
Tengamos en cuenta que cada leche es específica, es decir, que tiene una fórmula especial para cada especie y varía considerablemente entre una y otra. Tanto la leche de vaca, como la de oveja, la de ballena, la de elefanta, la de morsa o la de perra son diferentes entre sí, y difieren obviamente de la humana. La leche de vaca sirve para criar terneros, un animal grande con cuatro estómagos que llegará a pesar 300 kilos. La leche humana en cambio privilegia el desarrollo de la inteligencia.
Es importante que sepamos que la “leche de fórmula” -como la llamamos hoy en día- es leche de vaca modificada para adaptarla a los requerimientos del bebé humano. Pero no es un invento químico, como muchas madres creemos.
¿Cuál es el efecto nocivo más fácil de detectar en el organismo humano? El moco. La principal responsable es la caseína, una proteína abundante en la leche de vaca. El moco es la reacción saludable del organismo contra una proteína que no puede incorporar. Por lo tanto, en la medida que incorporamos leche o lácteos, el organismo segrega moco. El resfrío común deriva en dolor de garganta, luego en rinitis, sinusitis, bronquitis, otitis, neumonía, y en todas las infecciones respiratorias con las que conviven los niños durante la infancia.
A pesar de esta abrumadora realidad, los adultos no podemos creer que la leche, la bendita y maravillosa leche, se nos vuelva en contra. Preferimos apegarnos a nuestras creencias en lugar de hacer caso a la sabiduría innata del organismo de nuestros hijos.
¡Todos nuestros niños están repletos de mocos y no estamos dispuestos a relacionarlo con la ingesta de leche! Parece que el miedo al cambio es más fuerte que el acceso a la verdad.
Laura Gutman