miércoles, 5 de agosto de 2009

Pensemos con autonomía

Los recuerdos que conservamos de nuestra infancia están configurados por las palabras con las que nuestros padres nombraron los acontecimientos. Incluso aquello que manifestábamos, habitualmente era “interpretado” por los adultos y “eso” era lo que considerábamos la “verdad”. De hecho, hoy en día nos recordamos a nosotros mismos con los adjetivos con los que nos definían mamá o papá, por ejemplo: “yo era muy llorón” (en lugar de comprender la soledad y el aislamiento en el que vivíamos), “yo era buenísima” (en lugar de describir la obligación de satisfacer a una madre infantil), “yo era pésima en la escuela” (en lugar de reconocer que nadie registraba nuestras dificultades). Así es como se organizó el discurso del “yo engañado”, junto al personaje que nos han adosado desde nuestro nacimiento y que hemos adoptado como un disfraz que luego se convirtió en parte de nuestra piel. Acostumbrados a nombrar las cosas según el cristal a través del cual mira el individuo en quien proyectamos el saber, continuamos la vida adulta bajo el mismo sistema: el de creer que la realidad “es” según la interpretación de otro. Asimismo, despreciamos nuestras percepciones, intuiciones y saberes originales basados en sensaciones personales, creyendo todo lo que el otro -sea quien sea ese “otro”- afirme con énfasis. Luego, somos muchos los individuos que seguimos “corrientes de pensamiento” basados en opiniones ajenas muy discutibles. Que la gripe A es peligrosa, que se cura con Tamiflú, que hay que lavarse las manos para no contagiarse… por nombrar sólo algunas opiniones tomadas como “verdades” en Argentina, y que desde mi punto de vista (mío, es decir, ¡nadie tiene por qué creerme! si no les “suena” en el corazón) son totalmente falsas. Claro que para pensar con autonomía, hay que estar dispuestos a pagar el precio de la “no pertenencia”. Al fin de cuentas, si aún estamos emocionalmente inmaduros, elegiremos creer lo que sea, con tal de “ser parte” del grupo. Pero si en lugar de creer cualquier cosa ciegamente, maduramos, reconocemos que el miedo es infantil y sabemos que la verdad reside en nuestro interior, entonces asumiremos un pensamiento autónomo y libre.
Laura Gutman

Quiero aclarar que no siempre estoy de acuerdo con Laura Gutman; creo que a veces es muy radical en sus posturas, pero hay que reconocer que remueve e invita a pensar, aunque sea en contra. Tal fue el caso cuando leí este artículo por primera vez hace un par de días. Estoy tan asustada con la cuestión de la Gripe A que las declaraciones de la Gutman al respecto me llamaron la atención y había pensado no publicar este como no publico otros. Pero hoy me ha llegado un vídeo argentino que me ha hecho pensar que tal vez, en esta ocasión, la opinión de doña Laura no sea tan descabellada.
Por ello cuelgo, no sólo el artículo, sino también el vídeo.
Y quien quiera opinar, que opine.


viernes, 8 de mayo de 2009

Nunca es tarde

Un día cualquiera aparece un maestro, un libro, un amigo o un pensamiento que cambia el curso de nuestras arraigadas creencias. Dentro de ese viraje personal, lo que hemos hecho con nuestros hijos ya no nos gusta. Hoy no haríamos lo mismo. Nosotros hemos cambiado. Pero lo que no podemos cambiar es el pasado.

Pues bien, llegó el momento de reconocer que ya no nos cabe en nuestro ser interior una modalidad antigua, basada en el prejuicio o el miedo. Tal vez hemos sido demasiado exigentes con nuestros niños, creyendo que hacíamos lo correcto pero alejados de nuestros sentimientos amorosos. Quizás los hemos maltratado sutilmente. Les hemos mentido y hoy son poco confiados. Hemos menospreciado sus sentimientos. Hemos exigido obediencia y nos han respondido con rebeldía. Hemos hecho oídos sordos a sus reclamos y ahora ellos no nos escuchan a nosotros.

Han pasado los años y querríamos rebobinar la vida como una película para hacer las cosas de otro modo. Pues bien, hay algo que sí es posible hacer hoy: darnos cuenta. Luego, hablar sobre ello con nuestros hijos. Incluso si tienen dos años. O cinco. O catorce. O veintiséis. O cuarenta. O sesenta años. Poco importa. Nunca es tarde. Siempre es el momento adecuado cuando humildemente generamos un acercamiento afectivo para hablar de algún descubrimiento personal, de un anhelo, de un deseo o de nuevas intenciones. Para un niño pequeño es alentador escuchar a su madre o a su padre pedirle disculpas, comprometiéndose a ofrecer mayor cuidado y atención. Para un adolescente, es una extraordinaria oportunidad, hablar con alguno de sus padres en una intimidad respetuosa nunca antes establecida entre ellos. Para un hijo o hija adultos, es una puerta abierta para formularse preguntas personales. Para un hijo maduro, es tiempo de confort y de profunda comprensión de los ciclos vitales.

Cualquier instante puede ser la ocasión perfecta para compartir el cambio que uno ha decidido asumir. No hay lección más virtuosa que compartir con los hijos el “darse cuenta” y la intención, la firme intención de devenir cada día mejores personas. Definitivamente, para un hijo es extraordinario encontrarse con la sencilla y blanda humanidad de los padres que buscan su destino, cada día.

Laura Gutman

martes, 5 de mayo de 2009

Y al final, la mastitis

Lo prometido es deuda, y yo he fallado.
Dije que iba a escribir un diario de la relactación y resulta que no lo he hecho.
He dejado que pasen los días y me pongo ahora, derrotada, con la teta dolorida y esperando que se me pase la infección para que me manden al cirujano.
Nadie sabe de todo, y cuanto más crees que sabes, más gorda es la leche que te das al descubrir que no sabes nada.
Continué con el protocolo de relactación; bueno, cuando podía, porque con dos monstruos, la web, alguna charla...El caso es que pasaron los días y de mi teta derecha sólo salía aquello que en un principio parecía calostro. La cuestión es que el sabor varió de un dulce intenso a un horror qué asco.
Cuanto más le daba al sacaleches, más denso salía aquel líquido, y mi hija menos interesada estaba en probarlo.
El problema surgió cuando la mama empezó a doler; cambió de color a un rojo intenso y mi cara se empezó a poner más blanca que normalmente.Han sido tres días muy duros; fiebre que no bajaba con nada, malestar general, dolor de cabeza, y no digamos de teta.
Me puse a investigar.
Es imposible que cuanto más estimule la producción de leche, menos leche tenga; va contra todo lo que estudio y leo todos los días. Un pecho sano que funcione normalmente produce tanta más leche cuanto más se lo estimule.Pero mi teta derecha ha decidido que no; que las leyes generales del universo no va con ella.
Así que releyendo mis libros de formación, rebuscando en mis apuntes, me encuentro con esta definición en el libro de Carlos González Manual práctico de lactancia materna:
"Galactocele
Es un quiste formado por leche retenida, que por reabsorción del agua puede convertirse en un material cremoso u oleoso, que a veces sale por el pezón al apretar."
El caso es que a mi me parecía muy raro que lo único que conseguía que saliera de mi pecho fuera aquello que tanto se parecía a la descripción que da Carlos González del Galactocele; ¿cómo es posible que alguien que lleva 22 meses amamantando a una niña de alta demanda (dependiendo del día, altísima) no logre, en más de dos semanas, una producción de leche de una mama mínimamente decente?
Nadie puede discutir que en mis circunstancias se puede adivinar que mis niveles basales de prolactina y oxitocina tienen que ser lo suficientemente altos como para lograr esa producción en pocos días, y sin embargo parecía que esa sustancia oleosa no dejaba salir nada más.
Y luego aquel dolor de cabeza.
Pedí cita al médico y le conté todo esto pensando que a lo mejor me decía que era yo mu lista, pero que la médico era ella.
Pero no; me escuchó, me dio la razón en casi todo, pero me dijo que "la curiosidad mató al gato".
El diagnóstico: por supuesto, una mastitis de caballo.
El problema es que no ha podido palpar nada en el pecho, tal es la inflamación, así que cuando termine el tratamiento volveré para que valore el estado de la mama y me pueda mandar al cirujano, que será quien decida los pasos a seguir.
En fin, que termino el experimento cansada, enferma, y con la sensación de haber hecho el panoli.

sábado, 18 de abril de 2009

¿Y la derecha qué?

Día 1
Hoy he comenzado la operación "Teta derecha". La teoría me la sé muy bien: ratitos cortos y frecuentes. Así que empecé con el sacaleches eléctrico 5 minutos cada media hora; pero enseguida me he dado cuenta de que parecía que no hacía otra cosa que ordeñar la teta, así que he preferido cambiar por la frecuencia "10 minutos cada hora" y me ha ido bastante mejor.
Pero he visto dos cositas que me han dejado un poco patidifusa:
- En primer lugar, mi hija cuando ha visto que estaba con la teta al aire y ha empezado a descubrir la leche que salía, ha decidido que era suya y que dejase el sacaleches (he de decir que la leche ha empezado a salir después de casi medio día dándole al "manubrio teteril"); he querido aprovechar la situación para ver si se interesaba por mamar, pero nada más meter la teta en la boca ha puesto cara de asco y ha dicho "¡¡caca!!". Imaginad cuál ha sido mi sorpresa cuando he observado con detenimiento esa leche que había quedado en la bocina del sacaleches: ¡¡era calostro!! No tengo ni idea de lo que mi cuerpo está interpretando, pero el hecho cierto es que de mi mama derecha ha empezado a salir calostro; denso y espeso, con ese sabor tan característico que a mi hija, con casi 22 meses, no le ha hecho ni puñetera gracia.
- En segundo lugar, ha ocurrido algo con lo que, la verdad, no había contado: los sacaleches también pueden producir grietas, y si no, que se lo digan a mi pobre pezón, tan tranquilito él desde hacía casi dos años, y ahora tiene unas grietas que parecen a punto de ponerse a sangrar en cualquier momento.
Este último descubrimiento ha estado a punto de hacerme desistir, pero la producción de calostro ha hecho que me pique la curiosidad. Yo no sólo es cuestión de sacar ese pezón inexistente y que mi hija pueda mamar de los dos pechos en el tiempo que le quede de lactancia; es que quiero saber cómo evoluciona la producción de leche de la teta derecha, que va por libre. Es como si pensanse que he vuelto a parir y que hay que alimentar a un bebé, además de a una niña de casi 2 años. Y me intriga.
Le pedí consejo a Raquel sobre las grietas y aunque en un principio me dijo que lo dejara, luego a ella también le intrigó lo del calostro, así que hemos quedado en que bajaré la potencia de succión para evitar las grietas en lo posible, aunque tarde un poco más.
De momento, sigo con la rutina. A ver qué pasa mañana.

viernes, 17 de abril de 2009

¿Y la derecha qué?

Mi hija pequeña nació el 24 de junio de 2007; la noche de San Juan, en plena Fiesta Grande de León.
Parecía que se había enganchado bien al pecho, porque al principio no sentía dolor; pero tengo mucho pecho, y no me daba cuenta de que la succión no era buena, así que las grietas no tardaron en aparecer, especialmente en el pecho derecho, que es el más grande.
Para colmo, parecía que la leche no terminaba de subir, y la nena empezó con ictericia cuando llegamos a casa, después de que el genial pediatra del Hospital insinuase que, una vez más, no podría dar el pecho a mi hija.
Me centré en estimular mi pecho con sacaleches y ofrecía a la peque la leche que me sacaba con una jeringa para despertarla durante las tetadas y que así engordase, porque no había manera.
El problema es que al principio no era capaz ni de ofrecer la teta derecha a mi hija, ni de utilizar con ella el sacaleches, porque las grietas me mataban del escozor, así que decidí esperar a que curasen, y luego, ya me ocuparía de ella.
Pero cuando las grietas curaron y empecé a utilizar el sacaleches, me pasó una cosa rara: cuanto más le daba al manubrio del extractor, menos leche parecía salir. La mama se amorató e hizo una mastitis.
Mientras tanto, la nena ya había empezado a engordar y parecía que se había acostumbrado a mamar de un solo pecho, así que desistí.
Pero ahora, casi dos años más tarde, a mi hija le ha entrado la curiosidad: le da por dejarme en bolas y observar la situación; lógicamente los dos pechos ahora son totalmente diferentes: la mama izquierda (la que "funciona") se nota más blanda y rosadita, y el pezón sobresale más de un centímetro, lo que facilita un montón el agarre de la peque; sin embargo, la derecha (la que "está rota") es más grande y redonda, más blanca y el pezón es prácticamente plano, igual que lo era el de su compañera cuando comenzó nuestra lactancia.
Así que la Nana me ve y se parte de la risa, claro. Pero últimamente, va un paso más allá: le da por lamer la mama derecha e intentar agarrar un pezón que es prácticamente inexistente, por lo que termina la operación diciendo "eta no" y "caca", porque claro, no sabe rica.
Pero he decidido hacer una locura, aprovechando el reciente interés por la teta de mi peque: voy a intentar relactar la mama derecha.
Ya me han dicho que para qué, que menuda tontería. Pero yo creo que si puedo, ¿por qué no lo voy a hacer? Conozco a esta peque, y aunque los niños cambian a la velocidad del rayo, de momento me da la sensación que un añito más sí que le va a dar en la teta. ¿Por qué no voy a aprovecharlo y hacer que mis dos tetas vuelvan a ser iguales? ¿No tiene también derecho la diestra a disminuir su riesgo de padecer cáncer? ¿No tengo yo derecho a intentar acabar con un edema que hace que un pecho sea una talla más grande que otro?
Pues a lo mejor me equivoco, pero como creo que ése, el de equivocarse, es un derecho inalienable de cada persona, lo voy a intentar.
Mi colega Raquel B. la otra mitad de la teta y mi monitora de lactancia y ángel de la guarda en lo que a la teta se refiere, me ha sugerido que escriba un diario, y así lo voy a hacer.
Mi aventura con la relactación de la teta derecha empieza mañana; ya veremos.

miércoles, 8 de abril de 2009

Su Majestad la Leche de Vaca

La leche es una secreción glandular presente en todos los mamíferos. En la naturaleza hay cerca de 5000 especies, y los humanos somos sólo una de ellas. La leche sirve para alimentar a la cría hasta que esté en condiciones de alimentarse con autonomía. Ninguna otra especie continúa con el consumo de leche después del período de lactancia. Cuando crecemos, los mamíferos perdemos las enzimas que permiten la digestión de la leche, porque sencillamente no las vamos a necesitar más. Sin embargo los seres humanos ignoramos esa ley natural.
Tengamos en cuenta que cada leche es específica, es decir, que tiene una fórmula especial para cada especie y varía considerablemente entre una y otra. Tanto la leche de vaca, como la de oveja, la de ballena, la de elefanta, la de morsa o la de perra son diferentes entre sí, y difieren obviamente de la humana. La leche de vaca sirve para criar terneros, un animal grande con cuatro estómagos que llegará a pesar 300 kilos. La leche humana en cambio privilegia el desarrollo de la inteligencia.
Es importante que sepamos que la “leche de fórmula” -como la llamamos hoy en día- es leche de vaca modificada para adaptarla a los requerimientos del bebé humano. Pero no es un invento químico, como muchas madres creemos.
¿Cuál es el efecto nocivo más fácil de detectar en el organismo humano? El moco. La principal responsable es la caseína, una proteína abundante en la leche de vaca. El moco es la reacción saludable del organismo contra una proteína que no puede incorporar. Por lo tanto, en la medida que incorporamos leche o lácteos, el organismo segrega moco. El resfrío común deriva en dolor de garganta, luego en rinitis, sinusitis, bronquitis, otitis, neumonía, y en todas las infecciones respiratorias con las que conviven los niños durante la infancia.
A pesar de esta abrumadora realidad, los adultos no podemos creer que la leche, la bendita y maravillosa leche, se nos vuelva en contra. Preferimos apegarnos a nuestras creencias en lugar de hacer caso a la sabiduría innata del organismo de nuestros hijos.
¡Todos nuestros niños están repletos de mocos y no estamos dispuestos a relacionarlo con la ingesta de leche! Parece que el miedo al cambio es más fuerte que el acceso a la verdad.
Laura Gutman

lunes, 23 de marzo de 2009

La magia de las mamás

La magia de las mamás

Desde siempre, desde la noche de los tiempos, ha existido la magia de las mamás. Sólo hace falta recordarnos a nosotros mismos, de niños; cuando nuestras expediciones terminaban en herida, ella siempre estaba ahí, con el “Sanita, sana…” que hacía más que la Mercromina. También estaba cuando algo salía mal, para dar un abrazo; o cuando venía el disgusto, y nos daba un beso.
Y es sólo eso: un conjuro, un beso, un abrazo; un contacto que lo cura todo. La magia de las mamás.
Y esto ahora que lo recordamos, cuando hace generaciones que los “cazadores de magia” decidieron acabar con ellas, y sólo quedan estos vestigios, pocos, de toda la magia de las mujeres que se convierten en madres.
La evolución, las conquistas sociales, la lucha por la igualdad, ha ido terminando con esa magia; todo el maremagnum en el que se ha convertido la vida diaria de las personas, de las mujeres que queremos realizarnos, ser madres, esposas y personas de éxito en el mundo laboral; la llegada de las “superwomen” ha acabado con la esencia, con la sabiduría y la capacidad femenina para terminar con los problemas, para ver hasta con el cogote y saber, con una sola mirada, si las cosas van bien o mal. Y el caso es que la sociedad entera alaba a las superwomen y denosta a las magas.
Hace ya generaciones que se nos convenció de la malignidad del parto, de la necesidad de medicalizarlo, de las bondades del no sentir frente al sentir; y con eso empezó el final de la magia.
Sólo han hecho falta un par de generaciones para terminar con toda la sabiduría que a lo largo de la historia de la humanidad (que es la historia de las madres y los hijos) las mujeres han ido recopilando para la supervivencia y mejora de la especie. En aras de un mejor nivel de vida, de una igualdad que parece que nunca alcanzamos, porque, no nos engañemos, siempre vamos un paso por detrás de los hombres, por mucho que intentemos correr; con la excusa de la racionalización de la vida, de la injerencia de expertos en todas las facetas de la existencia humana, hasta en los aspectos más íntimos, se ha ido terminando con la visceralidad, con el contacto físico, con lo más animal e instintivo de nuestras vidas.
Parece que nos fastidia aquello de “ser dominadas por las hormonas”, y debemos hacer lo contrario a lo que nuestra naturaleza dicta, y así nos va.
Y habrá quien diga que esta postura es retrógrada, que con todo lo que hemos conseguido las mujeres, lo que falta es que venga una y diga que donde deberíamos estar es en casa con los niños. Y no.
Deberíamos retomar la evolución social que se inició hace dos siglos, porque lo que está claro es que tal y como estamos ahora poco hemos mejorado.
De lo que nos deberíamos haber dado cuenta cuando todo empezó es, precisamente, de la magia, el poder de las madres.
Y es que, hace 200 años, las encargadas de la educación de los niños eran las madres; las mujeres éramos quienes estábamos en casa, cuidando de los niños que estaban en la teta durante años y confiaban en ellas. Y en lugar de aprovechar la situación, la sociedad nos dice que lo que debemos hacer es abandonar la casa, trabajar al mismo nivel de los hombres, competir con ellos en eficiencia, pero cobrando menos, claro, que para todos no hay. Y para que no notemos esa llamada hormonal que nos dice que a los hijos no se les deja solos, ya nos ponen a parir (con perdón) en un entorno estéril, libre de emociones; y nos dicen que donde mejor están nuestros hijos recién nacidos es en una cuna de calor, lejos de nosotras; y nos convencen de que, además, han nacido para fastidiarnos; y nos dan claros datos médicos y psicológicos que demuestran que los niños deben aprender a vivir solos desde que nacen para ser más felices cuando sean adultos.
De esta manera, cuando apenas unas semanas más tarde nos vayamos a nuestro trabajo en el que tenemos que demostrar lo mucho que valemos y que somos mejores que los hombres, echando más horas por menos dinero, no nos sentiremos culpables y sentiremos mucho menos el vacío que deja un bebé en el alma de una madre.
Y entonces, cuando ese bebé ya tiene edad de ir al parque y se lastima, ya no recordamos el conjuro, le damos Trombocid. Y cuando nuestros hijos sufran una decepción, o tengan un disgusto, o les acosen en el cole, o sean ellos los acosadores, se consolarán solos, porque nuestro pecho, nuestras manos y nuestras voces ya no hacen mella en ellos. Y desaparecerán los ojos de nuestros cogotes. Y luego nos quejamos; y nos preguntamos qué pasa con nuestros niños.
Todo esto es lo que reivindico en estas páginas, todavía no sé si pocas o muchas. Reivindico el derecho de las mujeres a volver al principio para hacerlo bien; su derecho a recuperar su magia, porque sin magia no se puede vivir y las sociedades se destruyen; su derecho a recuperar su vida para darse cuenta del poder de las madres, del poder sobrehumano de las mujeres: dar la vida y mantenerla.

martes, 10 de marzo de 2009

El mismo miedo

Es muy extraño que actualmente sólo podamos imaginar los partos como si fueran “situaciones riesgosas”. Es por eso que recurrimos a “especialistas” en tecnología, poco entrenados para sostener un encuentro humano y sin conocimientos para hacer preguntas adecuadas e íntimas. El motor de las decisiones suele ser el miedo. En consecuencia cada parturienta queda al servicio de las rutinas hospitalarias, en lugar de que el personal asistente esté al servicio de la parturienta. Un verdadero despropósito.
Que los partos se produzcan en las clínicas y hospitales trae consigo una contradicción insoslayable: para tratar todas las enfermedades y accidentes se requiere que los médicos y paramédicos “hagamos algo, y rápido”. En cambio, para asistir a una parturienta, lo ideal sería “no hacer casi nada y esperar”. Por lo tanto, la lógica de parir y nacer en instituciones médicas es difícil de explicar.
Consideremos que hemos dejado de respetar el tiempo. El parto es una demostración más de que las mujeres necesitamos comprender la dinámica del tiempo, sin confrontarlo ni manipularlo, porque lo único que logramos es quedar “fuera de nuestro tiempo” interno. Sólo cuando comprendamos que el parto sucederá cuando tenga que suceder, las intervenciones innecesarias caerán en desuso.
Tomemos en cuenta que si la escena del nacimiento es hostil, si somos mal tratadas, si parimos enchufadas a cables y atragantadas de medicamentos, si nos desconectamos al punto de despersonalizarnos para no sufrir; recibiremos a nuestros hijos en pésimas condiciones físicas y emocionales. Las primeras experiencias de esos niños serán desgarradoras y el futuro, incierto. En cambio si pretendemos convertirnos en una sociedad más madura, más rica, más culta y más pacífica, comencemos por el inicio: hagamos la revolución en las salas de parto. Trasformemos cada nacimiento en una semilla de amor. Informémonos. Hablemos entre nosotras. Contemos la verdad. Pidamos ayuda. Organicémonos. Acerquémonos parturientas y profesionales para saber que compartimos el mismo miedo y la misma ignorancia. No nos hagamos las distraídas porque el cambio depende de cada una de nosotras, las mujeres.

Laura Gutman

lunes, 9 de marzo de 2009

Tu hijo es una buena persona

Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable... En cambio, si una madre exclama "mi hijo es muy bueno", casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que "no hace más que comer y dormir" (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: "¡Qué monos son... cuando duermen!"
Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de "problemas de la infancia": problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos... Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema.
Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos "problemas", precisamente, a sus virtudes.

Tu hijo es generoso

Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!
Tal vez la mamá de Marta piense que su hija "no sabe compartir". Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.

Tu hijo es desinteresado

Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada... pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?
La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego "si te he visto no me acuerdo"? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?
El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres.
Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice "hambre", "agua", "susto", "pupa"; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice "mamá". Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo... Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: "papá, mamá, venid, os necesito", no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?

Tu hijo es valiente

Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. "¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!" Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte.
Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. "Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar" es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza.
Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras... son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores.

Tu hijo sabe perdonar

Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos...
Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. "¿Será posible?" "Mírala, no le pasa nada, era todo cuento".
No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? ("Mamá se ha estado portando mal..."). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.

Tu hijo sabe ceder

Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.
Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un "Tontanchante", "la tontería que se engancha y es un poco repugnante", y que todos los de su clase tienen ya. "Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?" "¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero...!" Ya tenemos crisis.
Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.
Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos "salimos con la nuestra" cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo.

Tu hijo es sincero

¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?"
Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.

Tu hijo es un buen hermano

Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: "Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para ti sólito. Pero te seguiré queriendo igual". ¿No le parece que estaría "un poquito" celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.

Tu hijo no tiene prejuicios

Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir "vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles"? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.

Tu hijo es comprensivo

Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos.
Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años ("De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis...") La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.

La semilla del bien

Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.
Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la "falta de disciplina", que se hubieran evitado con "una bofetada a tiempo". Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo "adecuado" para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita.

Dr. Carlos González, pediatra
Extractado de Bésame mucho

miércoles, 25 de febrero de 2009

Soy una super mamá

Así me lo dijo hace poco una mamá amiga.
Lo curioso es que no me lo dijo por ninguno de los motivos por los que yo veo super mamás.
No me lo dijo por criar a dos niñas de alta demanda con toda la paciencia de la que soy capaz para no perder los nervios cada dos por tres.
Tampoco me lo dijo por intentar inventarme un trabajo que me permita estar con ellas.
Ni por hacer malabares con un sueldo de risa para que no les falte de nada ni se enteren de los malabares.
No me lo dijo por estar sin dormir cuando se juntan las dos una de "esas" noches. Ni por comer la última y de pie porque no son capaces de estarse quietecitas ni para comer. Ni siquiera por lo loca que se me pone la cabeza de las veces que tengo que oír "mamá ven" a lo largo del día. O por tener a la mayor con una pierna en cabestrillo durante tres semanas enseñándola yo en casa para que no pierda clase, y preparándola una fiesta de Carnaval con toda la chiquillería para que no se deprima.
Me dijo que soy una super mamá, porque a la peque la llevo siempre encima, en los portabebés, y porque, con 20 meses le sigo dando teta.
Ya ves, por las cosas que me hacen la vida más fácil, es por lo que los demás me ven como una super mamá.

martes, 24 de febrero de 2009

Fular elástico


El fular elástico es un tipo de portabebé muy recomendable para bebés recién nacidos, incluso prematuros y para papás primerizos en el arte del porteo, por su facilidad de uso. Los fulares elásticos miden entre unos 50-70 cm de ancho y unos 5 m de largo, dependiendo del fabricante. Los hay de diferente composición de la tela teniendo unas más aguante del peso que otras, pero en todo caso en este tipo de fulares sólo se pueden utilizar en las primeras semanas de vida del bebé, hasta aproximadamente los 9 kilos, o utilizando anudados con tres capas de tela para asegurar que aguantan al bebé correctamente. Su suavidad y comodidad hacen que este tipo de fulares sea considerado casi como una "segunda piel" para los bebés.
Además, para el recién nacido prematuro, este tipo de fulares presenta una serie de ventajas añadidas. Con ello se puede llevar a cago, de una forma sencilla y segura, el Método Madre Canguro, un método recomendado por la Organización Mundial de la Salud, por haberse demostrado la mejor evolución de los bebés prematuros cuidados con este método, que los bebés que han permanecido todo el tiempo en incubadora.
La OMS ha publicado un documento describiendo el protocolo a seguir para el MMC, dentro del cual se describe la postura adecuada del bebé:
“Se debe colocar al bebé entre los pechos de la madre, en posición vertical, de modo que el pecho de aquél quede en contacto con el de la madre (tal como se muestra en la ilustración
4 a).


Ilustración 4a Colocar al bebé en posición canguro

Se sostendrá al bebé con la faja. La cabeza, vuelta hacia un lado, se hallará ligeramente extendida. La parte superior de la faja se hallará justamente debajo de la oreja del bebé. La posición ligeramente extendida de la cabeza mantiene abiertas las vías respiratorias y permite el contacto visual madre¬hijo. Hay que evitar tanto la flexión hacia adelante como la hiperextensión de la cabeza. Las caderas deberán estar flexionadas y las piernas extendidas en una postura que recuerde a la de una rana; los brazos también deberán estar flexionados (ilustración 4a).
Habrá que anudar la tela con una fuerza tal que, al levantarse la madre, el bebé no se salga. Deberá garantizarse que la parte más apretada de la tela se sitúe sobre el pecho del bebé. El abdomen de éste no debería verse constreñido y debería quedar a la altura del epigastrio de la madre. De este modo, el bebé dispone de espacio suficiente para la respiración abdominal. La respiración de la madre estimula al bebé (ilustración 4b).



Ilustración 4b Bebé en posición MMC


Se mostrará a la madre cómo introducir al bebé dentro de la faja y cómo extraerlo de ella (ilus-tración 4c). A medida que la madre se vaya familiarizando con esta técnica, su miedo de hacer daño al bebé desaparecerá. "




Según este mismo documento, la que sigue es la representación de cómo quedaría el bebé, recordemos, prematuro, colocado con la faja y la camisa especiales para asegurar la sujección y la postura correcta:


Y así es como queda un bebé, también prematuro, en un fular elástico:
Fuente de la foto: directorio imágenes de Google.

Respecto a las marcas, existen varias que comercializan fulares elásticos (Didymos, Hoppediz, Minsá, Moby, Storchenwiege,…) con diferencias, la verdad, muy sutiles entre ellos. Moby tieme una versión de fular elástico con tejido “solarveil”, que impide el paso de gran parte de la radiación solar, especialmente diseñado para usar en verano y proteger la delicada piel de los bebés más pequeños.
Raquel García.





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viernes, 13 de febrero de 2009

El rebozo



El rebozo mexicano es un lienzo rectangular con el que las mujeres se cubren el cuerpo y la cabeza, y que se emplea para transportan a los niños pequeños, además de una prenda de lujo en muchos lugares, que se usa para lucir en fiestas y celebraciones, como complemento del traje; pero sobre todo, es la que se ha convertido, en una seña de identidad mexicana.
En 1572, en su obra historia de las indias, el fraile dominico Diego Durán ya hace mención del rebozo, prenda mestiza por excelencia, que nació de la necesidad que tenían las mujeres mestizas de cubrirse para entrar a los templos. Inspirándose en las tocas que los frailes impusieron a las mujeres indígenas con tal motivo, así como en los mantos que las españolas, los tejedores aprovecharon el telar prehispánico para tejer rebozos de algodón y más tarde de seda y de lana.


Beneficios del rebozo para el bebé
Durante la gestación, el bebé permanece en el útero en un ambiente cálido y confinado, acurrucado en posición fetal. Es lógico que con el nacimiento, al tener los brazos y piernas sueltos con movimientos involuntarios, sienta inseguridad. De hecho, los bebés recién nacidos tienen movimientos tan erráticos que hay zonas donde es costumbre ponerles guantecitos para evitar que se arañen ellos mismos. En México es común en los hospitales llevar al recién nacido a su madre muy envueltito y se enseña a la mamá a abrigarlos de ese modo en un rebozo.



El rebozo contribuye a los sentimientos de inseguridad del bebé ya que se propicia el tenerlos cerca del pecho. El latido del corazón de la madre es muy reconfortante para el bebé (y para la mamá al ver a su hijo tranquilo), pues le permite continuar el contacto con los latidos del corazón y con el ritmo la respiración de su mamá, que le han acompañado durante 9 meses. Dentro de un rebozo el bebé se siente acompañado, arrullado y calientito. El rebozo es como un nidito que puede ayuda a la mamá a conocer mejor a su bebé y darle la seguridad y confianza que ayuda a sentar las bases para que llegue a ser un niño seguro y feliz.
Estudios demuestran que los bebés prematuros a los que, a manera de terapia, se les acomoda dentro de la ropa de su madre, en contacto piel con piel, prosperan muy bien; es el Método Madre Canguro.
Además, los bebés que son llevados en rebozo suelen tener menos reflujo y cólicos por la posición vertical en la que permanecen. El rebozo ofrece además apoyo adecuado para la cabeza y la columna y favorece la lactancia.
Los bebés que pasan largos ratos cargados suelen ser más tranquilos, dormir mejor y ser menos llorones que los que pasan mucho tiempo en sillas y cochecitos, lejos del contacto físico de las personas que los aman, principalmente de su mamá. Se ha identificado que esta seguridad que siente el bebé al estar cargado en los primeros meses de vida favorece su desarrollo inmunológico y neuronal, así como su autoestima para toda su vida

Beneficios para mamá
El uso del rebozo permite a la mamá cargar a su bebé durante largos períodos al tiempo que tiene las manos libres y puede continuar haciendo tareas cotidianas o cuidar a otro hijo más mayor. Un rebozo también ayuda a equilibrar adecuadamente el peso del bebé evitando daño en la espalda y, lo más importante, ayuda a la mamá a conocer más y mejor a su bebé al estar en constante abrazo con él. Además, permite la lactancia de forma discreta y muy cómoda para ambos y se ha comprobado que reduce los índices de depresión post-parto. Los bebés acomodados en rebozo interactúan mucho con el mundo que los rodea al estar presente en las actividades y conversaciones de su mamá, sin embargo también tienden a dormirse fácilmente en él, por lo que la mamá goza de unos momentos aquí y allá para descansar también.

lunes, 9 de febrero de 2009

Las rabietas


Rosa Jové

“Quiéreme cuando menos me lo merezca, porque será cuando más lo necesite”.
¿Qué es una rabieta?
Cuando nacemos, el principal plan que tiene la naturaleza con nosotros es que podamos sobrevivir. Para ello nos “apega” con las personas que nos cuidan, ya que está comprobado que teniendo a un cuidador cerca vivimos más (recordad que somos una especie muy incompletita cuando nacemos). Por eso es tan importante que los bebés nos reclamen cuando no estamos cerca y por ello es tan importante que nosotros intentemos satisfacer sus necesidades más importantes (alimento, sueño, higiene, contacto…). Solo así se crea un apego seguro entre el niño y sus padres: el niño se da cuenta que tiene personas que le quieren y que le van a cuidar pase lo que pase, y por eso será un niño feliz.Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle bien clarito que “siempre” estaremos con él, que “siempre” le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste “exactamente” lo que hace. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades.Alrededor de los dos años (puede variar según el niño) la supervivencia del niño está ya más garantizada (se desplaza solo, puede comer casi de todo y con sus propias manos, es autónomo en sus actos más vitales ….) y la naturaleza (¡que sabia que es!) tiene otro plan para nosotros: si al principio era “apegarnos” para sobrevivir, ahora nos prepara para la independencia (pensad que sin independencia no crearíamos una familia propia, y eso es básico para el plan reproductor de la naturaleza). La independencia y autonomía es un largo camino que se va adquiriendo con la edad y a estas edades empezamos de una forma muy rudimentaria.¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el “no” y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él “no es” porque aún no sabe realmente lo que “es”. Intento explicarme mejor: ¿Cómo sé yo (niño) que soy otro y puedo hacer cosas diferentes a mis padres? ¡Pues llevándoles la contraria!. Puede que aún no tenga claro lo que voy a ser pero así sé lo que no soy: yo no soy mis padres, por lo tanto ¡soy otro!.El único problema para los niños es que les conlleva un conflicto emocional importante porque como los padres no entienden lo que pasa y normalmente se enfadan con ellos, los niños notan que se están enfrentando a los seres que más quieren y eso les provoca una ambivalencia de sentimientos. Eso, nada más y nada menos, son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos.Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que haga lo que haga siempre le queremos y le comprendemos, aunque a veces no estemos de acuerdo.
Muchos padres viven esta etapa con mucha ansiedad porque piensan que es una forma que tienen sus hijos de rebeldía, tomarles el pelo y desobediencia. Nada más lejos. En estas conductas del niño no hay ningún sentido de “ponernos a prueba” ni hay ningún juego de poder entre medio (bueno a veces los padres sí que se lo toman como tal, pero el niño nunca pretende “desafiar” al adulto, solo hacer cosas diferentes a sus padres). Si el niño lleva la contraria a sus padres es para comunicarles algo muy importante: “¿lo ves?, me hago mayor. ¡Yo no soy tú!. Puedo querer, desear y hacer cosas que tú no quieres”.
¿Qué hacemos ante una rabieta?
La mejor manera de superar las rabietas la resumo en cinco puntos:
1. Comprendiendo que el niño no pretende tomarnos el pelo.Esta simple convicción hará que seamos más flexibles con ellos ( y por lo tanto se evitan muchos conflictos). Solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.
2. Dejando que pueda hacer aquello que quiere.“¿Y si es peligroso o nocivo?, me preguntaréis. Evidentemente lo primero es salvaguardar la vida humana, pero los niños raramente piden cosas nocivas. ¿Saben lo más peligroso que me pidieron mis hijos cuando eran pequeños? ¡ir sin atar en la sillita del coche!. Evidentemente les dije que no, y no arrancamos hasta que estuvieron convencidos, pero no me han pedido nunca nada tan peligroso. Bueno, una vez mi hijo mayor cogió una pequeña rabieta porque quería un cuchillo “jamonero”, pero la culpa era más mía por dejar a su vista (y alcance) un cuchillo de tales dimensiones, que él por pedirlo. ¿no?El hecho de que quieran llevar una ropa diferente a la que nosotros queremos puede que atente contra el buen gusto, pero raramente atentará contra la vida humana. Lo mismo pasa con alguna golosina o con otras cosas. Si usted es un padre que vigila que el entorno de su hijo sea seguro, es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él. El hecho de el niño pueda experimentar el resultado de sus acciones sin notar el rechazo paterno hará que no se sienta mal ni ambivalente (y, de paso, evitamos la rabieta).
3. Evitando tentaciones.Los comerciantes saben perfectamente que los niños piden cosas que les gustan (por eso en los grandes supermercados suelen poner chucherías en las líneas de caja) ¿Acaso pensaba que el suyo es el único niño que montaba en cólera por una chuchería?. Si su hijo es de los que pide juguetes cuando los ve expuestos o chucherías si las tiene delante ¿qué espera?. Intente evitar esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o intente buscar una caja donde hacer cola que no tenga expositor de juguetes ni dulces) o pacte con él una solución (“Cariño vamos al súper. Mamá no puede estar comprando cada día chuches porque no son buenas para tu barriguita, así que solo elegiremos una cosita”). Si los mayores nos rendimos muchas veces a una tentación (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra), ¿por qué pensamos que un niño puede contenerse más que nosotros?.
4. No juzgar a nuestros hijos.Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacamos la personalidad del niño o valoramos negativamente su conducta. Es decir, mi hijo no es más bueno o malo porque ha hecho una cosa bien o no. Mi hijo siempre es bueno, aunque a veces yo no le entienda o no me guste lo que ha hecho. En este sentido vean este diálogo:Mamá: Cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso.Niño: No quiero.Mamá: ¿Cómo que no quieres? Esto está mal. ¡Eres un niño malo!: Tía Marta te quiere mucho y tú no la quieres. Mamá no te querrá tampoco.A partir de aquí puede haber dos opciones o el niño monta un pataleta del tipo: ¡eres tonta y tía Marta también! y ya la tenemos liada. O bien, ante la idea de perder el amor de su madre, va y le da un beso a tía Marta, a lo que su madre responde: “¡Que bien! Así me gusta ¡Qué bueno eres!” con lo que el niño aprende que es bueno cuando no se porta como él siente y que solo obra bien cuando hace lo único que quiere su madre. Es decir, se nos quiere cuando disfrazamos nuestros sentimientos.Ninguna de las dos soluciones es correcta, porque en ningún momento hemos evitado atacar la personalidad del niño (eres malo) y hemos valorado su conducta (esto esta mal o esto está bien). Si en lugar de ello hubiéramos entendido sus emociones, a pesar de mostrar nuestra disconformidad, el resultado podría haber sido:Mamá: cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso.Niño: No quiero.Mamá: Vaya, parece que no te apetece dar un beso a la tía marta. (reconocemos sus sentimientos).Niño: Sí.Mamá: Cuando las personas van de visita a casa de otra se les da un beso de bienvenida, aunque en ese momento no se tengan muchas ganas ¿lo sabías?Niño: No. (Y si dice que sí, es lo mismo).Mamá: ¿vamos pues a darle un beso de bienvenida a tía Marta?Normalmente a estas alturas el niño (que ha visto que le han entendido y que no le han valorado negativamente) suele contestar que sí. En el hipotético caso de que siga con su negativa podemos mostrar nuestra disconformidad:Mamá: El hecho de que no se lo des me disgusta, porque en esta casa intentamos que la gente se sienta bien. ¿Qué podemos hacer para que tía Marta se sienta bien sin tu beso? (a lo mejor tía Marta es una barbuda de mucho cuidado y a su hijo no le apetece darle un beso, pero eso no implica que quiera que se sienta ofendida). Niño: le diré hola y le tiro un beso.Mamá: Me parece que has encontrado una solución que nos va a gustar a todos. ¡Vamos!
5. Las rabietas se pasan con la edad.Llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable.¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas? Por una parte, hemos de procurar que en la etapa anterior (la del apego que explicábamos al principio) el niño esté correctamente apegado, ya que un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego.Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les “ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes, aunque lo que vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia).Sé que es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil. Sé que es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón. Sé que es difícil y, por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite” o lo que es lo mismo: “intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal”.

sábado, 7 de febrero de 2009

La revolución nuestra de cada día.

La nuestra es una revolución silenciosa, amorosa y pacífica. Es una revolución doméstica, en el sentido más sublime del término. Es un cambio cotidiano, permanente, cariñoso, tierno y compartido.
Hacemos la revolución cada mañana cuando despertamos sudando envueltas en el cuerpo del niño pequeño. Cuando la divinidad femenina se hace presente a través del alimento que ofrecemos. Cuando organizamos los rituales familiares de comida, baño, limpieza, orden, palabras, explicaciones, verdades nombradas, diálogos abiertos, comprensiones compartidas y sueños soñados. Cuando somos anfitrionas de las celebraciones. Cuando cada día compartido y cada noche de descanso hacen parte de la nutrición afectiva. Cuando brindamos porque estamos vivos. Cuando el poder susurrante del agua nos adormece, y el poder hipnótico del fuego nos vitaliza.
Las madres hacemos la revolución cuando recuperamos nuestros rituales ancestrales, cuando defendemos los espacios íntimos, cuando hacemos silencio, cuando recordamos que somos la Tierra y que somos el Cosmos. Cambiamos el mundo cuando conservamos el valor sagrado que tienen los pequeños actos de intercambio humano.
La revolución de las madres acontece cuando nos dejamos fluir por la energía de las trece lunas de cada año. Cuando nutrimos, alimentamos, sanamos, atendemos, esperamos y estamos abiertas y receptivas para con los demás.
No importa que hayamos tenido vidas difíciles. Cada día es una nueva oportunidad para mirar a un niño, y saber que está deseoso de alimentarse con nuestra sustancia materna. Tampoco importa si se trata de un hijo propio o un hijo ajeno, porque ellos siempre permanecerán receptivos a los cuidados amorosos. Todos los niños saben que existe un ámbito generoso y caliente latiendo en el corazón de cada madre, potencialmente útil y nutritivo para ellos.
Laura Gutman - Fragmento de "La revolución de las madres"

martes, 27 de enero de 2009

Entre el perro y el gato, la gallina...

Picoteaba un día una gallina
entre unos desperdicios de cocina
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
(el cuello para atrás y para adelante)
hacia un montón de paja allí dispuesto.
Cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea,
puja, empuja, apretuja y pone un huevo.

Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
"A las puertas del siglo XXI,
¡y que aún pongan los huevos de uno en uno!
"No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,
sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficio
de la moderna técnica avanzada
esté a poner un huevo autorizada.

Se acerca el gato a un perro que dormita
al sol junto al corral
y al oído unas frases le musita
en tono coloquial:
"¿Se ha fijado, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas instrumento
de la naturaleza desatada."

"Tiene razón", responde el aludido,
"que es la puesta una empresa complicada
para hacerla en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
a modo de huevario,
en el que sea la puesta controlada
y el huevo por expertos atendido."

Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal la Serafina.
El gato le pregunta: "Dime, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?"
"Nada noto" — "¡Es puesta retenida!"
"Hemos de proceder sin dilación.
Estírate para la exploración."
"¿Me siento así?" — "¡No, tonta, boca arriba!"
Procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!). "Colega, ya lo veo.
Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada
habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con una cuchara
y recoger el huevo en una cesta."
(Hubo de dar el gato una tajada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)

Ya se extiende la voz: ¡Por fin la ciencia
da respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligencia
acuden al huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen
son las cien boca arriba desplumadas
las noventa tajadas,
las cincuenta inducidas, cuarenta
instrumentadas, y algo más de treinta
salen con un buen corte en la barriga.
Tan sólo una recela: nuestra amiga
que iniciaba esta historia.
Porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en la vida, y todo esto
le huele más a esclavitud que a gloria.

¿No ha de tener mi cuento moraleja?
Hela aquí: Mujer, no seas gallina,
y si lo eres, sé gallina vieja.
Pregunta al que entusiasta te aconseja
métodos tan científicos y nuevos.
"¿Ayudas tú en verdad a la gallina,
o sólo vienes a tocar los huevos?"

(Dr. Carlos Gonzalez)

sábado, 17 de enero de 2009

Consultas que nos llegan

Hola. Tengo un nene de dos meses y desde el principio he querido llevarlo en brazos. No quería ni siquiera comprarme una silla, y sólo lo hice porque mis padres se empeñaron, pero la que compré es un modelo muy sencillo de una marca de estas blancas de hipermercado.
El caso es que me hice con un fular, pero ahora no consigo dominarlo. Es como si tuviera vida propia. Yo creo que es que es muy largo y el nene se impacienta antes de que esté ni medio atado. ¿Qué hago?

Bueno, primero tranquila, que no pasa nada.
Te recomiendo que visites la web de la red canguro que ahí tienes un montón de vídeos que mirar para saber qué haces mal. También puedes visitar su foro y preguntar. De todas formas, si tienes muchas ganas de usar el fular, y desde ya te digo que es estupendo y que yo a mi hija pequeña la he criado entre la bandolera de anillas y el fular, busca una instructora de porteo. Si eres de León, vuelve a ponerte en contacto con nosotras y quedamos. Si no, puedes visitar mowgli, que allí hay un listado de instructoras de toda España. De todas formas, vete ensayando con un muñeco, e inténtalo con el nene cuando esté tranquilo, recién mamado y con su siesta hecha. Dentro de un par de meses, cuando sostenga bien la cabeza podrás empezar a intentarlo con otros sistemas, como los mei tais, mucho más sencillos.
Besos
Raquel G.


Hola! mi niña tiene 4 meses y está con lactancia materna exclusiva, pero desde hace un par de semanas, por las tardes se pasa mamando cada hora, y sobre las 9 de la noche mis pechos los noto vacíos, ella sigue mamando, pero ayer por ejemplo acabé con los pezones doloridos de tanto que mamó y con tanta ansia, por la noche se despierta cada dos horas y a veces cada hora y media y estoy agotada. Además me incorporo al trabajo en un mes, no sé si podré llevar este ritmo de sueño. Ya sé que no se deben introducir alimentos sólidos hasta los 6 meses pero pienso que no todos los niños son iguales, y si le diera ya cereales? Estoy agotada y lo peor es que yo la noto inquieta por la tarde que no coje bien el sueño porque tiene hambre. ¿Qué puedo hacer? Ya sé que hay crisis de crecimiento pero lleva así semanas, y además tengo otra peque de dos años que también me necesita, ayuda por favor, necesito consejo

Parece que tu niña te reclama más a menudo, tú estás cansada porque por las noches también mama y además te preocupa la vuelta al trabajo. A todo esto se añade la otra niña que también es muy pequeña y necesita mucha atención. Te estás planteando la introducción de la alimentación complementaria pero tu niña tiene solo 4 meses.
Las recomendaciones de la OMS es lactancia en exclusiva hasta los 6 meses y nunca antes de los 4. Pero para saber si un niño está preparado para comer no hay que fijarse en el calendario sino en el niño. Para saber que está preparado para nuevos alimentos tenemos que fijarnos en varias cosas:

· Que haya desaparecido el reflejo de extrusión (es cuando al meterle la cuchara en la boca la echa con la lengua); este reflejo evita atragantamientos.
· Que el bebé sea capaz de mantenerse sentado solo.
· Que al bebé le llame la atención la comida e intente llevarse solo las cosas a la boca.
· Que mame más amenudo. Pero el que pida más amenudo puede ser una etapa de rápido crecimiento. Al crecer más rápido necesitan más leche: si aumentamos el nº de tomas aumentará la producción de leche. Esto se soluciona en unos dias.
El que no notes los pechos llenos por la tarde no significa que tengas menos leche; con el tiempo los pechos no se inflaman ni se ponen duros, el flujo se regula y se adapta a las necesidades del bebé. El tema del sueño no va a cambiar porque la niña coma más. De hecho, si tiene el estómago demasiado lleno puede que la digestión sea más pesada y duerma peor. A los adultos se nos aconsejan cenas ligeras "de grandes cenas están las sepulturas llenas" dice un dicho popular. Pues si esta regla sirve para los adultos para los niños lo mismo.Para entender el sueño de los bebés y los niños hay un libro muy interesante "dormir sin lágrimas" de Rosa Jové. Con respecto a la atención que necesita la mayor son muy útiles los portabebés, bandoleras, fulares, mei-tai... podras atender a las dos niñas a la vez. La pequeña puede mamar cuando lo necesite pegada a tí y te dejan las manos libres para poder atender a la mayor. Y también puedes usarlos con la mayor que seguro que le encanta. Otra opción es buscar un grupo de apoyo donde encontrarás a otras mamás que seguro que han pasado por alguna situación similar.En la pag web de la asociación española de pediatria puedes consultar los grupos que hay y en la sección Enlaces de interés de esta web tienes un enlace directo a la página de La Liga de la Leche, donde puedes consultar los grupos que hay cerca de tu localidad. Un abrazo: Raquel

Hola.
Tengo 21 años y una niña de casi 4 meses. Me gustaria relactar o por lo menos intentarlo. Mi niña se bebe al dia 3 ó 4 bibis de 180, pero espero podais ayudarme.
Un saludo y muchas gracias.

Me faltan muchos datos para poder decirte algo concreto ¿tu niña mama o solo toma bibe? Si aún mama es más facil que si solo toma bibe.
El contacto piel con piel es muy importante y va muy bien. También es bueno poner a la niña al pecho cuando esté tranquila y sin mucha hambre, porque si está muy ansiosa le costará más engancharse al pecho.
Un bebé de esta edad suele hacer entre 8 y 10 tomas diarias, ¿qué te parecería aumentar el número de tomas y disminuir la cantidad de leche en los bibes?
Las tomas nocturnas son también muy importantes para mantener la producción.

En Madrid puedes encontrar grupos de apoyo donde encontraras alguna monitora que pueda ayudarte más directamente. Puedes consultarlo en la web de la Asociación Española de Pediatria y en la nuestra te puedes informar de los grupos en Madrid de La Liga de la Leche.
Cuando consigas relactar, que estamos seguras de que lo vas a conseguir, mándanos una foto de tu niña mamando; nos encantará poder ponerla en un sitio de honor en nuestra galería.

Un abrazo

Raquel

viernes, 16 de enero de 2009

La vida y la Teta


La Teta se da en todo momento y circunstancia. No importa si estás en la playa, la piscina o participando en los bailes regionales de tu ciudad.
El que no mama es porque no quiere.

Carlos González en Terra

Para solucionar las dudas más comunes de la lactancia, el "gurú" del tema en España, Carlos Gozález habla para todas las mujeres a través de internet.
http://salud.terra.es/web/mujer/articulo/muestra1.aspx?Id=475

La Teta

No nos entretendremos aquí en enumerar las múltiples ventajas de la lactancia materna. Incluso aquellos que se empleñan en aconsejar a la primera de cambio el paso al biberón, están de acuerdo en que lo mejor para un niño es la leche de su madre.Se trata de que todo aquél que desee darle a su hijo lo mejor, tenga información suficiente para que lo haga; porque muchas veces, las más, se producen destetes por los bienintencionados consejos de algún ser querido.La decisión de dar la teta se toma casi en el mismo momento en que descubrimos que vamos a ser uno más. Se trata de querer ofrecer lo mejor a quien va a ser lo más importante para nosotros. Queremos darle el mejor alimento, el mejor cuidado y la mejor atención.La cosa se complica cuando llegamos al hospital y allí nos encontramos con mil profesionales que saben mucho pero que nos confunden; y terminamos siendo socios de "Nutrigaitas" y sus biberones.Todas las mujeres estamos diseñadas para concebir, gestar, parir y alimentar a nuestra prole. En esto no nos distinguimos del resto de las hembras mamíferas.El problema está cuando nos hacen creer que nuestra superioridad evolutiva nos coloca en desventaja cuando de cumplir con la naturaleza se trata. Porque de otro modo, ¿por qué a nadie se le ocurre poner en duda la calidad de la leche de la vaca que ha llenado la botella que tenemos en la nevera? Si todo el mundo está de acuerdo en que todas las vacas, más o menos, tienen leche de similares características, ¿por qué las mujeres no? ¿Por qué va a haber mujeres que tengan "buena leche" y mujeres que no la tengan?Según los estudios, sólo hay un puñado de casos descritos de Hipogalactia, esto es, ausencia de leche sin ningún problema de salud. Sin embargo, lo más frecuente es que, ya en el hospital, el pediatra, las enfermeras y las matronas (alguno de ellos, o todos a la vez) aconsejen a la recién parida la lactancia mixta -antesala del destete prematuro- porque no tiene leche suficiente o la que tiene no es de la calidad adecuada.Cuando las cosas cambien, cuando volvamos a ser mamíferos, racionales, sí, pero mamíferos, cuando recuperemos la fe en nuestra especie y la confianza en nuestros instintos, entonces nuestros hijos volverán a tomar su leche, y no la de los terneros.O por lo menos, los hijos de los que hemos decidido que la teta vuelva a tener la importancia que se merece: la salvaguarda de la especie.

domingo, 11 de enero de 2009

El parto es nuestro

Éste es un corto de Izíar Bollaín para la asociación "El parto es nuestro".

Creo que es interesante, sobre todo para ver la deshumanización (o más bien la "desanimalización") de algo tan importante como el parto. Es ahí donde todo surge, donde comienza la relación con el bebé, donde comienza la teta.

Y puede llegar a ser muy difícil establecer ese vínculo si a las personas que te acompañan en ese momento les importas un bledo.

El sentido de la vida

Los Monty Python describen en clave de humor un parto moderno.

Llegas al hospital y los médicos están más preocupados por "la máquina que hace ping" que por lo que le está ocurriendo a la parturienta. Al final, le dicen que si quiere saber lo que ha pasado puede comprar el vídeo.

En "El arte de amamantar", la autora asegura que si los partos dejasen de ser medicalizados, si se ofreciese a la mujer la oportunidad de sentir su parto, nada la haría más poderosa que esa sensación de poder con todo, de estar por encima incluso del dolor. Y así, no habría quien pudiese con nosotras.

viernes, 9 de enero de 2009

La Teta y Más

La Teta es alimento, pero es mucho más.
La Teta es calor, es cariño, es tranquilidad, es paz, es seguridad, es consuelo, es todo el universo de un niño hasta que puede empezar a relacionarse solo con el mundo. Y cuando esto ocurre, cuando llegados los seis meses el bebé ya tiene conexiones neuronales suficientes como para aprender, comenzar a moverse y a investigar, la Teta es su punto de referencia, aquello que le da la seguridad que necesita de que siempre va a ser amado y atendido, ocurra lo que ocurra, de una forma incondicional.
Cuando el bebé comienza a ser independiente, empiezan sus primeros pasos, y ya es capaz de decir "mamá, teta", la Teta es su comienzo y su final, es su seguro y su ancla, y así sigue siendo hasta que el bebé, ya niño, está preparado para partir en un viaje, el suyo, que ya no tiene retorno.
Para todos, mamás y papás, aquellos que han comenzado a andar el camino que un día su hijo emprenderá solo, éste es su espacio. Somos mamás, y eso ha marcado nuestras vidas. A ellos, nuestros viajeros de la Teta, seguimos dedicando nuestra vida. Por eso hemos dirigido nuestras miras hacia un mayor conocimiento de la lactancia y, a través de ella, de un método asertivo de crianza de los hijos.